Hay que seguir hablando de los docentes, de los maestros de México. De sus logros y retos. De su actual significado y múltiples aportes.
Ya han pasado muchos años desde que el entonces Presidente de la República Venustiano Carranza instituyó el día social del maestro. Han cambiado muchas cosas: No se tienen la misma misión y formación; los alumnos no son lo mismo; las escuelas se han transformado y los planes y programas han sufrido la necesaria evolución.
Hoy, ser maestro -a cualquier tipo o nivel-, implica conocimientos de pedagogía, didáctica, psicología, psiquiatría, diseño curricular, administración y planeación, como insumos básicos para ejercer la profesión; además del conocimiento y dominio de las ciencias que se imparten.
Sin duda hay mucho por hacer en la actualización y profesionalización del magisterio nacional, tal y como ocurre en todas las latitudes; como también mucho trabajo de apoyo y concientización de los padres de familia y autoridades.
La profesión, al igual que todas, puede dar sinsabores como ejemplos da la historia, pero también, puede ser tan gratificante como escuchar un “gracias” del padre de familia o el “ya entendí” del alumno.
Todos los actores sociales debemos dignificar el trabajo magisterial. Las autoridades hacer lo propio por evolucionar o actualizar lo que sea necesario. Toda acción en contrario tendrá por consecuencia una baja en el rendimiento de los indicadores, como ya ha quedado demostrado.
Lamentablemente, en los últimos años, y sin el menor conocimiento de la historia nacional y mundial del ejercicio docente: actores políticos, empresariales y sociales, han volcado en múltiples ocasiones su enojo, desconocimiento y prejuicios, exclusivamente al trabajo y rendimiento de los maestros. Y puede ser que no les falte razón en alguna de sus observaciones pero demuestran una seria ignorancia en el abordaje del problema, y hasta una denigrante intención con el país.
Es indudable que hay muchas cosas por hacer, como muchas otras por enaltecer y valorar. Alejar el golpeteo mediático a la educación con el único y mezquino fin de abatir al enemigo político en turno, sería una buena forma de empezar.